En 1204, el Papa Inocencio III, que nunca hizo honor a su nombre, proclamó la Cuarta Cruzada. Los cruzados estaban decididos a llegar a Egipto para reconquistar los lugares santos. Pero para ello tendrían que pasar por Venecia y conseguir la ayuda material del dux Enrico Dandolo. A pesar de su ceguera, el anciano demuestra ser un hombre de negocios formidable y un político peligroso.